Edad y sexualidad

La vida sexual del ser humano del siglo XXI se ha alargado no sólo gracias a una mayor precocidad en el inicio de las relaciones, sino también debido al aumento de la esperanza de vida, que en la sociedad occidental supera los ochenta años, aproximadamente el doble que a principios del siglo XX.

cambios con la edad

La banalidad y amoralidad con que se trata en las escuelas e institutos a la educación sexual, la aún escasa y, en ocasiones, nula presencia de los temas sexuales en las conversaciones entre padres e hijos, las horribles referencias televisivas y de las revistas juveniles, el creciente protagonismo de la pornografía y el caos informativo provocado por la irrupción de Internet desde finales del siglo XX, son algunos de los factores influyentes en el clima de confusión reinante en relación con los cambios sexuales naturales que se experimentan a lo largo de las diferentes etapas de la vida.

viejo verdeAdemás, en esta época, el perfil de los ancianos y ancianas ha variado de forma evidente. La figura del clásico «viejo verde» es una especie en extinción que casi ha desaparecido ya de los chistes o chascarrillos.

Conforme los tiempos van avanzando, son más numerosos los jubilados y jubiladas con gran cantidad de tiempo libre a su disposición y un buen estado de salud que les permite disfrutarlo. Cada vez son más las parejas de estas edades que no renuncian a recrearse con los placeres eróticos.

En efecto, es difícil mantener viva la llama del amor y la pasión hasta las etapas tardías de la vida, pero también es evidente el incremento del número de parejas con un empeño sostenido en continuar gozando de tales deleites, en especial aquellas en la que existe una marcada diferencia de edad, tendencia en alza en los últimos tiempos.

Y desde el punto de vista psico-fisiológico, para una persona con buen estado de salud  es absolutamente posible lograr una vida sexual satisfactoria hasta el final de sus días porque la capacidad de placer erótico parece que comienza con el nacimiento y no tiene porqué finalizar. No obstante, la edad produce una serie de cambios naturales en la sexualidad del individuo que, a diferencia de otras transformaciones más evidentes, son poco predecibles y presentan gran variabilidad no sólo entre sexos, sino también entre personas.

Infancia y adolescencia

Aunque nadie duda de que los infantes suelen tener pulsiones sexuales cuyo significado no pueden interpretar, hasta la pubertad no se produce una verdadera explosión de la libido. Pueden leerse en este artículo las características de la sexualidad en la etapa adolescente.

Sexualidad en el adulto joven

Al llegar a la década de los treinta, la necesidad orgásmica del varón comienza a disminuir. A pesar de que siente un gran interés por el sexo, no es tan acuciante su deseo como en la adolescencia y los primeros años de la veintena. Aunque no presentan problemas para lograr una rápida erección y su detumescencia es lenta, el periodo refractario va en aumento.

Entre los últimos años de la treintena y los primeros de la cuarentena suele producirse la cúspide de la excitabilidad de la mujer. Precisamente a estas edades se producen con mayor frecuencia aventuras extramaritales. Aparte de aumentar su interés por el sexo, la lubricación vaginal  se produce de manera más espontánea y se consigue el orgasmo más fácilmente, llegándose a alcanzar en varias ocasiones la capacidad de experimentar múltiples orgasmos.

Menopausia y andropausia

Estas características contrastan con las del hombre por encima de los 40, cuyo placer ha empezado a cambiar hacia las sensaciones sensuales, difusas y generalizadas, sin basarse tanto en la genitalidad. Al sobrepasar los 50, disminuye la frecuencia del orgasmo y el periodo refractario sufre un aumento significativo. Después de esta edad, la erección no se produce de forma tan rápida, y requiere una estimulación más prolongada. Lo mismo le sucede a la eyaculación. A pesar de las grandes diferencias individuales, suele existir una disminución de los intereses, pensamientos y fantasías sexuales en ausencia de un estímulo erótico. Sin embargo, los hombres en edades avanzadas mantienen la sensibilidad a los estímulos eróticos, en especial si han llevado una vida sexual activa. En realidad, la respuesta sexual se conserva totalmente en el varón sano, con la diferencia de que necesita una estimulación física más intensa y duradera. Todo esto se debe a una disminución de la secreción de andrógenos que suele manifestarse durante la década que comprende desde los 50 a los 60 años, aunque generalmente empieza a producirse a partir de los 30. Este fenómeno causante del declive sexual se acompaña de una crisis psicológica relacionada con la idea de la muerte y el enfrentamiento con las propias limitaciones, produciéndose un conjunto de cambios psico-fisiológicos denominado “menopausia masculina” o “andropausia”.

Sin embargo, el varón sano dispone de recursos suficientes como para asumir estos cambios y gozar de una sexualidad plena durante toda su vida, excepto al sufrir alguna disfunción sexual. En estos casos siempre es recomendable solicitar ayuda profesional.

A diferencia con los varones, el cambio hormonal femenino se produce de forma brusca con el cese de la función ovárica. El descenso resultante de la proporción de estrógenos y progesterona es el responsable de una constelación de síntomas psicológicos como la tendencia a la depresión, la inestabilidad emocional y una mayor agresividad.

A nivel sexual, la respuesta al cambio hormonal es muy variable y depende de una serie de factores, entre los que destacan el estado psíquico general y la relación de pareja. En teoría, la libido debería aumentar, porque al mantenerse estables los niveles de andrógenos femeninos –de acción estimulante- estos tendrían que ver su efecto incrementado por el descenso de las cantidades de estrógenos y, por tanto, una disminución de su antagonismo. Sin embargo, a pesar de esta realidad fisiológica, la variabilidad en la respuesta sexual femenina en la menopausia es muy grande. Unas mujeres incrementan su deseo mientras que otras experimentan un decremento de las apetencias eróticas. Parece que los factores que desempeñan un papel más influyente en la libido son la intensidad de los cambios fisiológicos, las oportunidades sexuales, el grado de desinhibición y la relación con el compañero.

Tercera edad

A nivel físico los cambios son evidentes: disminución progresiva de la lubricación vaginal, menor vigor y frecuencia de las contracciones pélvicas del orgasmo y descenso del tono muscular acompañante de la excitación sexual. No obstante, en contraste con los varones, todo este conjunto de cambios psico-fisiológicos no evita que hasta edades muy tardías, muchas mujeres conserven la capacidad de conseguir múltiples orgasmos. Los determinantes físicos de la sexualidad son mucho menos influyentes en las féminas que en los hombres, y el descenso de su actividad depende sobre todo de factores sociales, psicológicos y de aprendizaje más que de razones biológicas. De hecho, varios estudios revelan que una cuarta parte de las mujeres mayores de 70 años se masturban, y ha quedado demostrada la presencia de sueños eróticos en mayores de 65 años y la capacidad de conseguir orgasmos en mujeres nonagenarias.

Y, como en todo, las excepciones existen. De hecho, muchos de los médicos que reciben las confidencias de sus pacientes mayores, son testigos de los asombrosos testimonios relatados por algunos ancianos con una prolífica actividad amatoria, y saben que no tan son raros los casos de varones sexa-septuagenarios que acuden a su facultativo preocupados por su -para ellos- injustificable pérdida de la facultad de realizar varias cópulas consecutivas.

En la actualidad, existen avances sociales para proporcionar una mayor atención e información relativa a la sexualidad en la tercera edad. En nuestros días son frecuentes y muy solicitadas las charlas sobre estos asuntos en los hogares y clubs de los ancianos. Asimismo, se multiplican año tras año los sitios de Internet dedicados a los mayores, como páginas web, foros de debate y chats que animan, entre otras cosas, a conservar o recuperar el gusto por los placeres sensuales.

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